Es triste nuestro hábitat
la superficialidad,
olorosa,
indeseable.
Ahí. Inmersos,
felices.
Cómodos y gozosos.
Hasta que algo...
ALGO
pasa y te toca el culo.
Viene un sidoso y te mete la peste.
Te embicha.
Te deja inmundo para siempre.
Y te quedás ahí cantando un himno
en un idioma que no es el tuyo.
Con un escudo bordado a puntazos
en el alma
la cual ya ni siquiera es tuya porque la vendiste
para recuperar el culo.
Y al parecer todos tenemos un precio.
Todos desprendemos tarde o temprano algún hedor.
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