martes, 20 de diciembre de 2011

Para mi conejo ermitaño volador.

Y aunque cada beso que te doy, finjo que es una despedida,
es un devenir lógico de nuestros estados alucinados.
por nos juzgarte y decir los tuyos.
No espero nada.
Te sucedes.
A veces.. Creo en el amor mirándote a los ojos,
otras te veo encarnado en el demonio mismo y no te reconozco.
Te quiero, y no quiero.
Me falta una pieza de tu rompecabezas.
Y aunque según tu el gran juez, fui infiel y me juzgaste
inyectándome el veneno de la vergüenza,
sin anestesia,
e hiciste que lo cargue como la cruz mas pesada en el alma con el miedo que impusiste, con la culpa,
el dolor de saber que no podría poseerte y era todo por mis acciones pasadas,
que te había perdido,
que nunca serias mio como yo quería,
que nunca siquiera lo fuiste por un momento.
Ahora.
Eso.
Esto que haces conmigo.
Me tomas y me dejas.
Te acercas y te alejas.
Y cuando pienso que ya no estas en mí,
te me apareces.
Cual muerto resucitado,
pálido y ojeroso, con la mirada perdida.
Esa mirada que me muestra la paz que hay luego del terror, del desmadre.
Siento tu miedo.
Me duele tu dolor,
no se las causas, pero mi alma tiembla cuando te abrazo.
Esa glándula que segrega el llanto se activa.
el tiempo se detiene y es eterno.
Estas en mi y yo en vos.
Nada importa.
Hasta que importa ella.
Y te vuelvo a perdonar, porque te espero...
cuando sientas que sea nuestro momento, lo será.
Yo hace tiempo que se que estoy lista para vos.